Uno de los postres estrella de Grolet es el Rubik?s Cake, que lanzara hace cinco años, inspirado en el famoso cubo de Rubik, y del que existen diferentes versiones y sabores. El de la imagen cuesta 170 euros y es para seis personas.
Sus fantásticas creaciones no se comen, se degustan. Confeccionadas con frutas, su debilidad, adquieren formas fabulosas que entran por los ojos y da pena masticar. Todo empezó con un helado de vainilla. Hoy Cédric Grolet es el mejor pastelero del mundo.
A lo Salvador Dalí o Jean Cocteau, dos referentes en cuanto a genio artístico, nos lo encontramos en un cuarto de baño firmando ejemplares de su libro Fruits (Ducasse Édition). No es un cuarto de baño cualquier, sino el de la suite Belle Étoile, la más grande del lujoso hotel Le Meurice (Dorchester Collection), 270 metros cuadrados y una terraza de casi la misma superficie y las mejores vistas a las Tullerías (18.000 euros la noche). Cédric Grolet (Firminy, Francia, 26 de agosto de 1985), en su primer encuentro, que tuvo lugar en septiembre de 2017, no recibió el Premio de Mejor Pastelero de Hotel en el mundo (enero de 2018), ni tampoco el de Mejor Pastelero del Mundo, este último otorgado en el transcurso de la ceremonia de The World's 50 Best Awards en Bilbao, en junio de este año.
Grolet y la forma de impacto en sus postres
Ese día del cuarto de baño, su dicha es porque ve la luz su primer libro de recetas, todo un acontecimiento para un chef, y más cuando recién sobrepasa la treintena. Grolet es ya muy conocido por dar unas formas de impacto a sus postres, la mayoría de las veces, de diferentes frutas. "Elegí ese tema porque es algo que tiene sentido para todo el mundo. Desde mi más temprana edad no faltaron las frutas en mi alimentación, y me apasionan". Tiene a Alain Ducasse como padrino quien ha dejado escrito en el prólogo que nunca antes que Cédric "un pastelero había tomado prestado con una inteligencia tal las técnicas del cocinero: la reducción, la concentración y hasta el asado". Mientras, en una sala contigua, los invitados degustan algunas de sus exquisiteces trompe-l'il. Todos ponen de relieve el hecho de que no sean postres pesados, sino ligeros, y hasta hay quien subraya que ya era hora de que los reposteros cobraran mayor importancia, porque contribuyen a endulzarnos la vida, a hacérnosla más agradable.
Un perfeccionista
No debe de resultar fácil lograr creaciones estéticamente bellas, que parecen verdaderos frutos, y al mismo tiempo que sean de exquisito sabor: "Sí, es difícil esa fusión para privilegiar el gusto. Como ocurre con el vino, hay que probar de manera regular", aconseja Grolet, si queremos afinarlo.
El haber recibido las tan codiciadas distinciones de Mejor Pastelero de Hotel del Mundo -antes, y a lo largo de tres años consecutivos logró el de Mejor Pastelero de Francia- y Mejor Pastelero del Mundo "es una gran responsabilidad, porque el listón ha de estar continuamente en lo más alto", comenta quien no oculta que es todo un perfeccionista tras no haber sido nada bueno en el colegio, por aquello de que "siempre he sido muy manual. Los profesores se quejaban de que me pasaba las horas haciendo dibujos".
(Fuente: Espansíon)
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